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A lo largo de mi existencia he conocido varias épocas de rebeldía. La primera fue la existencialista, y coincidió más o menos con la salida de la pubertad hacia la adolescencia. Mi vida como individuo empezó a los 13 años, con la conciencia de que el mundo que me rodeaba no era nada deseable.
Influido por primeras lecturas tipo Sartre, Camus y varios autores rusos, sobre todo Leónidas Andreiev, me dediqué a cultivar una imagen algo provocativa: jerseys negros de cuello alto, chaquetas oscuras, anillos con calaveras.
Recuerdo que el cura del colegio, que era un poco sarasa y tenía unos ojos siempre febriles, me decía con acento trémulo. "Huy, con esas calaveras no sé qué pareces..."
"Pues un existencialista", me decía para mis adentros.
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